Fernando González, conocido como «La Flaca», vivía una doble vida que dejó perplejos a quienes lo rodeaban.
Mientras sus padres, humildes trabajadores –ella vendedora en el tianguis y él guardia de seguridad privada– vivían alejados del lujo, su hijo exhibía en redes sociales una ostentación descarada: autos deportivos, avionetas, joyas y mujeres, siempre con un estilo de vida que parecía salido de una película de acción. Sin embargo, detrás de las publicaciones que deslumbraban a miles, había un oscuro vínculo con el crimen organizado.
El caso de “La Flaca” tomó notoriedad tras su muerte en el bar “Los Cantaritos”. Según vecinos, sus padres ignoraban completamente su relación con el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG). “Decían que se dedicaba al transporte, por eso se ausentaba tanto. No era cercano a ellos”, mencionó un comerciante que conocía a la familia.
Para sus padres, no solo fue devastador descubrir cómo su hijo llevaba esa vida secreta, sino también enfrentar la estigmatización de su comunidad. “Es injusto, ellos son gente de bien, de trabajo, no se metían con nadie. Fernando ya no vivía con ellos desde hace años”, comentaron sus vecinos con pesar.
El contraste entre la realidad y las redes sociales
En Instagram, TikTok y Threads, Fernando se mostraba como un hombre de éxito. Publicaba imágenes portando chalecos tácticos con las emblemáticas siglas «CJNG», rodeado de modelos, armas de alto calibre y vehículos de lujo. En una de sus fotografías, posaba frente a una aeronave privada con una bandera de Colombia, lo que alimenta sospechas sobre su presunta conexión con actividades ilícitas en el extranjero.
Pero esta vida de lujo fue un espejismo para su familia. Su madre, al enterarse de su muerte, tuvo que solicitar ayuda económica entre los comerciantes del tianguis para cubrir los gastos funerarios y buscar orientación jurídica para reclamar el cuerpo. “No sabíamos nada de esto, para nosotros él era un trabajador común”, expresó un familiar cercano, aún incrédulo.
Símbolos y poder: Los tatuajes de «La Flaca»
Entre los detalles que caracterizaban a Fernando estaban sus tatuajes. Uno de los más visibles era un trébol en su brazo derecho y una cruz en su mano izquierda. Estas marcas, junto con su ropa de marca y accesorios, formaban parte de la imagen que proyectaba como un hombre poderoso dentro del crimen organizado.
Sin embargo, en ningún momento hacía referencia a su familia en sus publicaciones. Aunque presumía su vida amorosa y viajes, sus padres quedaban completamente al margen de la narrativa pública que construyó para sí mismo.
El fin de una vida y el peso del legado
La muerte de Fernando González no solo destapó su doble vida, sino que puso bajo una intensa lupa a las personas que lo rodeaban. Para sus padres, el duelo no solo es por la pérdida de su hijo, sino por el señalamiento de la sociedad. “Es una tragedia, ellos no tienen la culpa de nada”, insistieron quienes los conocen.
Su historia es un reflejo de cómo el crimen organizado puede atrapar incluso a quienes provienen de entornos humildes y trabajadores, dejando una estela de dolor y preguntas sin respuesta. ¿Qué llevó a Fernando a este camino? ¿Fue elección propia o necesidad? Lo cierto es que su caso deja un recordatorio brutal: el precio de la ostentación es muchas veces la soledad, la tragedia y, en el peor de los casos, la muerte.