Querétaro, Qro. – En un desarrollo alarmante, se ha revelado que el bar “Los Cantaritos” era mucho más que un lugar de entretenimiento en Querétaro: este establecimiento se convirtió en el centro de operaciones de Fernando “La Flaca” González, presunto integrante del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG).
La masacre ocurrida el pasado 9 de noviembre en el local dejó al descubierto una red de actividades ilícitas, desde el narcomenudeo hasta la relación cercana de “La Flaca” con personalidades de la región, quienes frecuentaban este espacio para hacer gala de sus lujos y poder.
“La Flaca”, de 31 años, solía reunirse en “Los Cantaritos” con su “banda” y amigos, así como con sus múltiples parejas y novias, muchas de las cuales también resultaron víctimas de la violenta emboscada. El ataque, según las primeras líneas de investigación, habría sido parte de una disputa entre el CJNG y el Cártel de Santa Rosa de Lima, quienes, en busca de eliminar a su objetivo, abrieron fuego contra González y su grupo de acompañantes, dejando una estela de sangre y terror en el sitio.
Un centro de operaciones y reclutamiento
Fuentes cercanas afirman que “Los Cantaritos” operaba bajo la protección de una red de corrupción que facilitó su funcionamiento sin el permiso correspondiente. El primer dueño del bar, identificado como Raúl “N”, ya es buscado por las autoridades para responder sobre la operación irregular del lugar. Se presume que Raúl se asoció con Fernando González, quien usaba el bar para reunirse con sus contactos y reclutar sicarios a través de redes sociales.
En sus perfiles en línea, “La Flaca” presumía de sus armas y lujos, mostrando fotos de avionetas y autos de lujo, y lanzando mensajes de reclutamiento: “A ver puñetas, ¿quién quiere venir a trabajar a San Juan del Río?”, escribió en una de sus publicaciones, donde se le ve posando junto a armamento de alto calibre.
Operaciones ilícitas y vínculos con la vida nocturna
Desde su llegada a Querétaro, González se paseaba en autos de lujo y frecuentaba restaurantes de alta categoría como “Agnus” y “Pigmaleon”, donde, según fuentes, conquistaba a jóvenes mujeres con ostentosas muestras de dinero y joyas.
Las autoridades sospechan que “La Flaca” logró establecer alianzas con dueños de bares y antros locales para operar sus negocios ilícitos bajo la fachada de actividades legales, lo que le permitió seguir expandiendo sus redes de tráfico y control de territorio.
La vida de lujos de “La Flaca” no pasó desapercibida; fue arrestado en dos ocasiones por portación de armas de uso exclusivo del Ejército, pero misteriosamente fue liberado en ambas ocasiones, una vez por intervención de la policía local y otra por un juez federal. Estas liberaciones han generado sospechas sobre la existencia de posibles nexos de protección que le permitieron a González eludir la justicia y continuar operando en la región.
El día de la masacre: relaciones cercanas con las víctimas
En el fatídico 9 de noviembre, Fernando “La Flaca” González se encontraba en el bar acompañado de Jesús Alberto Arteaga, su amigo y colaborador, así como de dos mujeres con quienes mantenía relaciones sentimentales.
Testigos indican que las víctimas fueron atacadas por miembros del Cártel de Santa Rosa de Lima, en una violenta disputa por el control de territorio. Incluso el DJ del bar, Rodrigo García, quien también perdió la vida, se dirigía a “La Flaca” como “El Patrón” en mensajes encontrados en su celular, donde evidencian la relación cercana que mantenía con el líder criminal.
Este ataque no solo ha destapado la rivalidad entre cárteles, sino también la red de operaciones ilícitas que ha contaminado varios espacios de Querétaro, comprometiendo la seguridad de ciudadanos y exponiendo la fragilidad de las regulaciones en torno a la vida nocturna en la ciudad.