Turkmenistán – En el vasto desierto de Karakum, un fenómeno geológico despierta tanto fascinación como temor: la Puerta del Infierno, conocida oficialmente como el Pozo de Darvaza. Este cráter ardiente ha cautivado la imaginación global con su perpetua llama naranja y la emisión de gases inflamables, visibles desde kilómetros a la redonda.
El origen de este impresionante cráter se remonta a 1971, cuando geólogos soviéticos, en una expedición en busca de gas natural, enfrentaron un inesperado colapso del suelo que resultó en un agujero de unos 70 metros de diámetro. Ante el riesgo de propagación de gases tóxicos, se tomó la decisión de incendiar el gas, esperando que las llamas se extinguieran en pocos días. Contrario a las expectativas, el fuego ha continuado ardiendo sin cesar hasta hoy.
El cráter ofrece un espectáculo nocturno surrealista. La luminiscencia naranja del fuego ilumina el paisaje desértico, contrastando dramáticamente con el oscuro cielo nocturno. Rodeado por un anillo constante de llamas, el cráter es tanto un atractivo turístico como un sitio de interés científico. Investigadores de todo el mundo estudian el ecosistema único que ha evolucionado en este entorno extremo, donde diversas especies de vida silvestre han adaptado su existencia a estas duras condiciones.
A pesar de su atractivo visual, la Puerta del Infierno plantea serias preocupaciones ambientales y de seguridad. La combustión continua no solo emite grandes cantidades de dióxido de carbono, exacerbando el cambio climático, sino que también el terreno circundante, inestable y frágil, supone un riesgo para los visitantes.
Este cráter no es simplemente un atractivo turístico; es un recordatorio vívido de las poderosas e impredecibles fuerzas de la naturaleza, así como un llamado a la reflexión sobre nuestra responsabilidad de proteger y preservar nuestro medio ambiente.